19 dic 2007

Vidas ¿Pasadas? 3


Hoy en día muchas personas en occidente hablan con cierta familiaridad sobre vidas pasadas y regresiones. No siempre fue así. Este cambio se debe en gran medida, al trabajo de algunos investigadores que, al menos, intentaron explicarlo recogiendo evidencias casuísticas.



Bajo la “luz” del racionalismo


Para algunas culturas orientales, el llamado ciclo de las existencias, o Samsara, es una cuestión sobre la que es necesario meditar, pero básicamente en pos de alcanzar los medios que llevan a la iluminación. No así en este otro lado del mundo donde el foco está puesto más en experimentar bajo los cánones del método científico o con, al menos, una aproximación al mismoCosa muy distinta es si así efectivamente se pueden sacar conclusiones valederas. Hay quienes también han comenzado estudiando a partir de la manifestación de ciertos fenómenos que se les han presentado casualmente como en el caso, por ejemplo, del psiquiatra estadounidense Brian Weiss.
Esta verdadera marea tuvo sus inicios en los años cincuenta y sesenta. Uno de los primeros en estudiar los fenómenos cuyos orígenes pueden ser encontrados en supuestas vidas pasadas fue otro psiquiatra norteamericano: Arthur Guirdham. Durante más de veinticinco años analizó los sueños de una paciente que se veía viviendo en el siglo XIII. Su trabajo se resume en un libro llamado “Cátaros y Reencarnación”. Las reacciones y las críticas fueron lapidarias. Algunos atribuyeron los conocimientos de los que daba cuenta esta mujer al fenómeno de la criptomnesia, vale decir una alteración de los recuerdos y en que se da por vivido algo que bien, por ejemplo, pudo haber sido leído o imaginado por la persona durante su infancia.
Esta misma teoría podría explicar el caso de Virginia Thige, el que inspiró un libro escrito por Morey Berstein titulado “En busca de Bridley Murphy”. Trata sobre la vida de una mujer nacida en Irlanda el año 1778 y que fue recordada precisamente mediante regresiones. Esta situación, incluso, dio pie para una película. Tras su exhibición el diario Chicago American publicó un reportaje sobre la vida Virginia Thiege. Consigna que ella, entre otras cosas, fue estudiante de teatro. También recoge el testimonio de una vecina de su adolescencia, de nacionalidad irlandesa, que solía contarle cuentos sobre su país pero que, además, tenía una empleada llamada Bridley Murphy.
La polémica se apagó durante un tiempo hasta que otro médico, Ian Stevenson, empezó a publicar una serie de casos de niños que decían recordar vidas pasadas espontáneamente. Partió con 600 testimonios para llegar luego a un grupo más reducido. Fue así como publicó su trabajo más importante al respecto: “20 casos que hacen pensar en la reencarnación.” Según este investigador de la Universidad de Virginia, todas estas situaciones tienen un patrón común. En ellas es típico que un niño a temprana edad, incluso desde los dos años comience a hablar a sus padres sobre una vida en otro tiempo y en otro lugar, asociándola en ocasiones con el presente. El menor expresa, asimismo, una fuerte atracción hacia los hechos de esa vida, tanto así que llega a pedir con total espontaneidad que lo dejen partir hacia esa comunidad en la que afirma haber vivido. Sus trabajos también lo llevaron a postular una teoría para las fobias de algunas personas. Estas, según señala, son propias de quienes han tenido muertes violentas. Así, por ejemplo, si alguien le teme al agua y no ha tenido un evento traumático en su actual vida relacionado con este elemento, puede encontrar una explicación en una muerte por inmersión. O si alguien le teme a los vehículos es probable que su fallecimiento anterior haya sido producto de un atropello. Su teoría la extiende, igualmente, al ámbito de las adicciones. Vale decir, si alguien antes ha sido alcohólico o drogadicto ciertamente puede sentir en el presente la necesidad de consumir las mismas sustancias.
El trabajo de Trutz Hardo ha seguido una línea similar. Al igual que Stevenson afirma que algunas personas tienen marcas de nacimiento que demuestran la existencia de vidas anteriores. En su obra incorpora fotografías alusivas. Plantea que esas señales no se pueden atribuir a factores hereditarios, pero tampoco a anomalías pre o post natales. Son marcas que, a su juicio, explican la causa de la muerte del niño en una vida previa. Dicho de otra forma, testigos indelebles de un trauma físico. Una curiosa coincidencia con las prácticas de algunas tribus africanas que marcan a los difuntos para poder identificarlos a posteriori. Los indios tlingit y los igbos de Nigeria, tienen la costumbre de revisar a los recién nacidos para verificar si antes han vivido dentro de sus respectivas comunidades.
Como ejemplo de la capacidad de los niños para recordar, este autor relata el caso de uno que, desde muy pequeño, pedía constantemente el reloj marca Rolex de su padre. También afirmaba que su nombre era Sunny Ray y que tenía una esposa llamada Dawn, oriunda de Texas. En una ocasión al ver el grabado de un perro blanco gritó: “Es Willy, mi perro”. Cuando tenía 7 años sus padres viajaron a Texas para participar en un seminario. Allí conocieron a una mujer llamada Dawn Ray que había enviudado hace años y cuyo esposo se llamaba Sunny Ray y que, además, tenía un perro blanco de nombre Willy. Sorprendidos por esta extraña coincidencia, los padres llevaron al menor a la casa de esta mujer. Este, al verla, pronunció su nombre y la abrazó. También le preguntó si había guardado su Rolex.
Quien también ha contribuido a difundir la creencia en las vidas pasadas en occidente es el psiquiatra y filósofo norteamericano Raymond Moody. Su libro más conocido es “Vida después de la Vida”. En él recoge el testimonio de cientos de personas que aseguran haber cruzado el umbral de la muerte, pero que gracias a diversas razones, entre ellas maniobras de resucitación médica, han vuelto a la vida y narrado sus experiencias. Su trabajo es, en algunos aspectos, similar al de la psiquiatra suiza Elizabeth Kübler-Ross, quien se abocó de lleno en hacer esperanzador y tranquilo el paso de los enfermos terminales hacia la muerte. Gracias a Moody se ha establecido un marco y una referencia generalizada respecto a las etapas que seguiría el espíritu de una persona una vez que ha abandonado su cuerpo. Son coincidentes los relatos de quienes afirman verse desde otra posición, intentando comunicarse infructuosamente con los médicos o auxiliares que tratan de traerlo nuevamente a la vida. También describen un túnel y una luz en el fondo que transmite una sensación de paz inconmensurable; el encuentro con seres queridos ya fallecidos y una revisión de sus propias vidas. En cierta medida esta descripción resulta ser una suerte de analogía occidental respecto a lo que se narra en el Bardo-Thodol. El autor escribió otro libro llamado “Regresiones”. De hecho él mismo dice reconocer nueve vidas pasadas gracias al trabajo hipnótico hecho por la psicóloga Diana Denholm.


(continuará)

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