29 oct 2007

Lluvia de poemas sobre Santiago




Gracias, querido Jaime González, por dejarme publicar tu trabajo y así permitir que disfrutemos todos de tu bellísimo mensaje...




"Hubo un hecho que paso desapercibido para la mayoría de la población de Santiago durante la noche del pasado 21 de septiembre, fecha en que se iniciaba la temporada de primavera en nuestro país. Durante esa noche llovieron poemas sobre Santiago. Quizás suene como una situación algo inverosímil ya que rápidamente las calles fueron limpiadas al darse cuenta de lo que había ocurrido para no provocar alarma en la población.

Un testigo dijo que sí había visto llover poemas, eran blancos, amarillos, rojos, verdes, de muchos colores y caían desde el cielo apareciendo desde la nada. Las calles estaban llenas de poemas: de amor, desamor, de penas, de alegrías, de pensamientos, dedicados y no dedicados, como si fuera una lluvia de emociones escritas transportando los sueños de toda la gente.

"En un breve recorrido por algunos barrios de Santiago se encontraron los siguientes comentarios. En el barrio Las Condes, una persona dijo que había sentido caer algo en el patio de su casa esa noche, y que se había levantado, y sólo había un papel que decía: Descansa amor, descansa esta noche, que la primavera se acerca con una sonrisa.
En otro barrio de Santiago, una anciana que no podía dormir esa noche, dijo que había visto que pasaba un papel volando por su ventana y que al tomarlo encontró escrito: Amor, aún te recuerdo. Soy feliz.
Y un Señor mayor, muy serio y que vivía solo, que insistía por hablar, dijo que esa noche había soñado cuando él era niño y que se le habían aparecido los recuerdos más hermosos de su niñez, con sus hermanos, sus padres, sus amigos.

Consultado el Alcalde de Santiago Centro sobre la presencia de los poemas en las calles dijo que eso no se podía comprobar y que seguramente era una más de las tantas noticias alarmantes de estos días, pero que si hubiera sido cierto serían ubicados los responsables.

Por otra parte, en Carabineros de Chile descartaron que hubiera habido poemas en las calles de Santiago en la noche ya que no se habían encontrado y tampoco habían recibido algún llamado de alarma. Aun más, agregó Carabineros, esa noche no se registró muertos, ni accidentes, ni violencia, siendo la noche más tranquila sobre Santiago en muchos años."

19 oct 2007

Pude haberte amado


Grandes, chicos, blancos, rojos, negros, amarillos, judíos, musulmanes, católicos, budistas,...a todos nos afecta, de un modo u otro, la primavera... y en Octubre, esto nació en la cabeza de un poeta...de mi padre, Carlos Castro Sauritain, a quien agradezco profundamente su sensibilidad por expresarse en el lenguaje más cercano a la hipnosis.


"¿Recuerdas que un día, a fines de Octubre,
Mirábamos juntos navegar un barco?
Siguiendo su estela volaban gaviotas,
Detrás de sus alas volamos también.

Caía la tarde sobre el horizonte,
Tiñendo de rojo las velas, las alas,
Los sueños despiertos,
Los besos inciertos.

Creímos amarnos, sonriendo gozosos,
Tomadas las manos con fuerte dulzura,
Nos fuimos cantando, pensando: mañana
Tal vez otro barco volverá a zarpar.

Partieron mil naves, seguidas
De cerca por gráciles aves,
Volvieron los soles a teñir el cielo,
Pero no hubo más sueños en las otras tardes.

Los rumbos del cielo me llevaron lejos,
Construí un castillo, conquisté una reina,
Los sueños de niño quedaron dormidos
Y fueron rodando por el Universo.

¿Qué fue de tu vida?, ¿seguiste a un marino?
¿Te llevó, galante, en blanco velero?
Quizás nunca fuimos amantes, ni nada.
Tal vez ni siquiera nos conocimos."

9 oct 2007

Tus manos


Tus manos, son el fiel reflejo de tus emociones, de tus intenciones. Las abres para acariciar, pero si es obvio, fueron hechas para dar. No se da nada con los dedos apretados. Y si doblas tus dedos, será para disparar, para amenazar, para designar, para insultar, para retener, para arrebatar. Si estiras las falanges, mecánica simple y fácil, cambiarías un mundo entero, apenas diez metacarpianos, tendones suaves y venas irrigadoras, retienes o sueltas. Hay uñas para arañar, las puedes equivocar y maquillar, vestir de flores y colores, al doblar los dedos ellas serán para perforar. Pero si estiras tus dedos, tal vez, puedan hablar, bailando con signos elaborados para el que no puede escuchar, pueden hablar de victoria, de paz y de valor. Pueden hablar, abiertamente, a dios, al juntarse, con las palmas estiradas y hablar al cielo para alabar, abrirse para entregar, abrirse para recibir. Ellas saben reconocer a los hijos, a los padres, a los hermanos y, entonces, sólo ahí se cierran, para apretar, para abrazar, para reconfortar, para danzar, para comunicar, para acordar y recordar, tocar acordes y volver a entregar, sin malicia, con inocencia, como un paquete de regalo, donde yace, en su interior, un universo mágico de terapia y amor. Y acariciar.

4 oct 2007

Oliverio y yo, y yo, y yo, y…

Querida Pity,

Hubo un tiempo en que uno de mis trances más frecuentes –aunque no favorito- era aquel en que entraba “automáticamente” cada vez que necesitaba tomar alguna decisión, del calibre que fuera… Fue entonces que compartí contigo este pequeño cuento de Oliverio Girondo, que lo retrataba tan bien, que aseguré que fue escrito especialmente para mí.

Sin embargo, cada día voy tomando más conciencia de lo enorme que es la legión de quienes que han vivido el mismo trance, y por eso decido compartirlo de nuevo, esta vez con todos… y con todos los de cada uno de todos… Quien sabe cuáles de todos los de cada uno van a estar de acuerdo…



Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades. En mi, la personalidad es una especie de furunculosis anímica en estado crónico de erupción; no pasa media hora sin que me nazca una nueva personalidad. Desde que estoy conmigo mismo, es tal la aglomeración de las que me rodean, que mi casa parece el consultorio de una quiromántica de moda. Hay personalidades en todas partes: en el vestíbulo, en el corredor, en la cocina, hasta en el WC. ¡Imposible lograr un momento de tregua, de descanso! ¡Imposible saber cuál es la verdadera! Aunque me veo forzado a convivir en la promiscuidad más absoluta con todas ellas, no me convenzo de que me pertenezcan. ¿Qué clase de contacto pueden tener conmigo - me pregunto - todas estas personalidades inconfesables, que harían ruborizar a un carnicero? ¿Habré de permitir que se me identifique, por ejemplo, con este pederasta marchito que no tuvo ni el coraje de realizarse, o con este cretinoide cuya sonrisa es capaz de congelar una locomotora? El hecho de que se hospeden en mi cuerpo es suficiente, sin embargo para enfermarse de indignación. Ya que no puedo ignorar su existencia, quisiera obligarlas a que se oculten en los repliegues más profundos de mi cerebro. Pero son de una petulancia... de un egoísmo... de una falta de tacto... Hasta las personalidades más insignificantes se dan unos aires de trasatlántico. Todas, sin ninguna clase de excepción, se consideran con derecho a manifestar un desprecio olímpico por las otras, y naturalmente, hay peleas, conflictos de toda especie, discusiones que no terminan nunca. En vez de contemporizar, ya que tienen que vivir juntas, ¡pues no señor!, cada una pretende imponer su voluntad, sin tomar en cuenta las opiniones y los gustos de las demás. Si alguna tiene una ocurrencia, que me hace reír a carcajadas, en el acto sale cualquier otra, proponiéndome un paseíto al cementerio. Ni bien aquella desea que me acueste con todas las mujeres de la ciudad, ésta se empeña en demostrarme las ventajas de la abstinencia, y mientras una abusa de la noche y no me deja dormir hasta la madrugada, la otra me despierta con el amanecer y exige que me levante junto con las gallinas. Mi vida resulta así una preñez de posibilidades que no se realizan nunca, una explosión de fuerzas encontradas que se entrechocan y se destruyen mutuamente. El hecho de tomar la menor determinación me cuesta un tal cúmulo de dificultades, antes de cometer el acto más insignificante necesito poner tantas personalidades de acuerdo, que prefiero renunciar a cualquier cosa y esperar que se extenúen discutiendo lo que han de hacer con mi persona, para tener, al menos, la satisfacción de mandarlas a todas juntas a la mierda.