25 mar 2008

Amor felino



- ¡Ay, pero si parece un gatito! exclamó Gabriela - la hermana de la mamá- cuando lo vio por primera vez

¿Será casualidad? me preguntaba yo. El trance fue (y tal vez sigue siendo) muy potente. ¡Cuántas emociones afloraron! Fue como despertar de un sopor . Ahora me cuesta imaginar que antes no existía. ¿O tal vez sí?

En los brazos ronronea y mi mirada se pierde en sus ojos, en sus manos y va más allá, mucho más Allá.

12 mar 2008

La otra mirada



Estaba entusiasmado. Creía, después de tanto, tener la solución. Por fin comenzaba a construir su Casa (sí con mayúscula). El lugar era una suerte de paraíso . Qué más podía pedir -reflexionaba- impregado con el verde manto de las colinas abrazadas y calmadas, a su vez, con el arrullo de aquellos esteros.

Y así, poco a poco, su hogar iba tomando forma en el fondo del valle. La obra, inevitablemente, captó la atención de un hombre que con frecuencia transitaba por aquel lugar. Desde arriba, sentado sobre la planicie, contemplaba día a día el avance de los trabajos. El constructor, orgulloso pero a la vez intrigado con aquella situación decidió subir y acercársele para conversar. Le habló de sus sueños y alegrías y de aquel proyecto tan anhelado que comenzaba a tomar forma ¡Qué bien parecía todo! y , de repente, su trance se vio remecido con la mirada penetrante pero amable de aquel hombre. Siguió, entonces, la trayectoria de su vista que se perdía allá abajo. Se encontró con su casa. ¡Qué distinta se veía! ¡Y qué frágil ante la inmensidad del entorno!

Sin haber palabras de por medio con aquel hombre, comprendió que las tablas y piedras - en apariencia tan resistentes- podían sucumbir con los rodados. Para qué hablar de los arroyos que en invierno seguro se convertirían en torrentosos cursos de agua, arrasando con todo lo que hubiera allá abajo.

Entonces despertó y respiró. Miró hacia atrás y vio la planicie. Este sí que era un lugar seguro para construir. Desde aquí, además, podría disfrutar con la vista del mismo valle; también aprovechar sus aguas para beber y cultivar. Más aun, sin los montes rodeándolo casi por completo, ver y sentir el sol desde el amanecer hasta el fin del día. Ahora podía hablar en propiedad de lo que era tener un hogar.