18 ene 2009

Los Peligros de la Sandía

Recordé un cuento Sufi (pero no recuerdo el nombre del cuento, ni tampoco si es realmente Sufi...):


Unos campesinos vieron que venía un viajero algo cansado y corrieron hacia él para contarle que en sus tierras había un demonio.


Le pidieron que los ayudara a librarse del demonio.


Este viajero, un poco asustado pero algo incrédulo de los misterios de la vida, se dispuso inmediatamente a ayudarlos a matar a ese demonio.


Entonces, el viajero se aproxima a las tierras donde le indicaron los campesinos que vivía el demonio y, para su sorpresa, lo único que encuentra es … una gran sandía…


Divertido con su descubrimiento, vuelve para encontrarse con los campesinos y contarles qué es lo que había descubierto y que ellos no tenían por qué temer a la sandía…


Los campesinos, furiosos, se percataron que el viajero había sido convertido por el demonio queriendo hacerlos creer que estaban equivocados y, por lo tanto, quedando a merced del demonio.


Como resultado, los campesinos decidieron matar al viajero para eliminar al demonio que se acercaba a ellos...


Tiempo después, llega otro viajero y se aproximan de nuevo solicitando que este viajero les ayude a librarse del demonio.


Este viajero va a sus tierras y se encuentra cara a cara con la sandía…


Este viajero, sabiendo qué es lo que había pasado anteriormente, decide atacar a la sandía con un cuchillo y cortarla en mil pedazos.


Vuelve a juntarse con los campesinos y lleva los pedazos del demonio y …...frente a ellos, se la come…


Los campesinos, estupefactos con tal coraje, deciden que él debe ser su nuevo líder, pues ha sido capaz de matar al demonio que por tanto tiempo los había acechado.

6 ene 2009

La Cólera



Frustraciones, adversidades, enojos exacerbados o cualquier otro sinónimo cotidiano desencadenan la cólera: un café hirviendo, la congestión vehicular, algo que no funciona bien, alguien que no se presenta a una reunión importante, alguien que cometió un error…

Montamos en cólera porque transformamos nuestros valores personales en valores universales, y las exigencias para con los demás se vuelven irracionales: “Es así como las cosas deben ser” pasa a ser categórico.

Expresar la cólera o el enojo no sirve de nada, aunque alivie en el momento, es absolutamente ineficaz a largo plazo. No es, en absoluto, la expresión de una personalidad sólida. Es una patología.


¿Acaso, la emoción contenida debe salir y atropellar? Desproporcionada y explosiva, genera un mal estrés, violencia y comportamientos abusivos porque impiden pensar y actuar con claridad. Nuestro lenguaje se torna vulgar, sarcástico acusando nuestras más grandes debilidades.

¿Cómo gestionarla? Aceptar y reconocerse como una persona colérica es un buen inicio. Luego, trabajar el tema de manera programada anticipando los eventos que gatillan tales comportamientos. El centramiento hipnótico ha sido y seguirá siendo nuestro mejor aliado.

En casos de emergencia, lo ideal es abandonar el escenario, caminar, tomar un vaso de agua fría. Es más sencillo entibiar la cólera para que ese sentimiento de injusticia o de frustración exacerbada no se vuelva un motor para el individuo dañando a los demás o a si mismo.

Las personas o los problemas no son los que nos tornan coléricos, son nuestros propios juicios.