4 oct 2007

Oliverio y yo, y yo, y yo, y…

Querida Pity,

Hubo un tiempo en que uno de mis trances más frecuentes –aunque no favorito- era aquel en que entraba “automáticamente” cada vez que necesitaba tomar alguna decisión, del calibre que fuera… Fue entonces que compartí contigo este pequeño cuento de Oliverio Girondo, que lo retrataba tan bien, que aseguré que fue escrito especialmente para mí.

Sin embargo, cada día voy tomando más conciencia de lo enorme que es la legión de quienes que han vivido el mismo trance, y por eso decido compartirlo de nuevo, esta vez con todos… y con todos los de cada uno de todos… Quien sabe cuáles de todos los de cada uno van a estar de acuerdo…



Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades. En mi, la personalidad es una especie de furunculosis anímica en estado crónico de erupción; no pasa media hora sin que me nazca una nueva personalidad. Desde que estoy conmigo mismo, es tal la aglomeración de las que me rodean, que mi casa parece el consultorio de una quiromántica de moda. Hay personalidades en todas partes: en el vestíbulo, en el corredor, en la cocina, hasta en el WC. ¡Imposible lograr un momento de tregua, de descanso! ¡Imposible saber cuál es la verdadera! Aunque me veo forzado a convivir en la promiscuidad más absoluta con todas ellas, no me convenzo de que me pertenezcan. ¿Qué clase de contacto pueden tener conmigo - me pregunto - todas estas personalidades inconfesables, que harían ruborizar a un carnicero? ¿Habré de permitir que se me identifique, por ejemplo, con este pederasta marchito que no tuvo ni el coraje de realizarse, o con este cretinoide cuya sonrisa es capaz de congelar una locomotora? El hecho de que se hospeden en mi cuerpo es suficiente, sin embargo para enfermarse de indignación. Ya que no puedo ignorar su existencia, quisiera obligarlas a que se oculten en los repliegues más profundos de mi cerebro. Pero son de una petulancia... de un egoísmo... de una falta de tacto... Hasta las personalidades más insignificantes se dan unos aires de trasatlántico. Todas, sin ninguna clase de excepción, se consideran con derecho a manifestar un desprecio olímpico por las otras, y naturalmente, hay peleas, conflictos de toda especie, discusiones que no terminan nunca. En vez de contemporizar, ya que tienen que vivir juntas, ¡pues no señor!, cada una pretende imponer su voluntad, sin tomar en cuenta las opiniones y los gustos de las demás. Si alguna tiene una ocurrencia, que me hace reír a carcajadas, en el acto sale cualquier otra, proponiéndome un paseíto al cementerio. Ni bien aquella desea que me acueste con todas las mujeres de la ciudad, ésta se empeña en demostrarme las ventajas de la abstinencia, y mientras una abusa de la noche y no me deja dormir hasta la madrugada, la otra me despierta con el amanecer y exige que me levante junto con las gallinas. Mi vida resulta así una preñez de posibilidades que no se realizan nunca, una explosión de fuerzas encontradas que se entrechocan y se destruyen mutuamente. El hecho de tomar la menor determinación me cuesta un tal cúmulo de dificultades, antes de cometer el acto más insignificante necesito poner tantas personalidades de acuerdo, que prefiero renunciar a cualquier cosa y esperar que se extenúen discutiendo lo que han de hacer con mi persona, para tener, al menos, la satisfacción de mandarlas a todas juntas a la mierda.




2 comentarios:

Andrea Castro Dussert dijo...

Ah, sí, me parece familiar, como el Nudo Borromeo, se separa uno de los aros y los demás se liberan también...como lo real, lo imaginario, lo simbólico...tal vez...al separar uno de los "yo"...quién sabe...¡la Pity, de seguro!

Georgette Sarrás dijo...

De veras… Gracias, el Nudo Borromeo… la Pity seguro sabrá…
…Pero ¿Cuál de todos?
Parece que el de Lacan te es más familiar…Simbólico, Imaginario, Real…
Aunque claro, según Hinostroza Nada es real salvo Lo Real


Tú eres Tú porque yo lo he querido
Y El Mundo (El Arcano XXI) te pertenece
No es sino un modo de pasar por El Diablo (VIII)
Errando entre las sillas al alba de la fiesta
Inmerso en una hecatombe de palabras
Un espejo te entrega lo idéntico y lo otro
Una puerta una noche
Si soy el que deseas y deseas a otro
Soy Otro
Y cuando te deseo no deseo ser otro
Librado a la madera de los sueños
No tendremos mañana


Nudo Borromeo (fragmento)
Luis Hinostroza